Hoy hubiese sido el cumpleaños número 47 de un viejo amigo. Él era extraordinariamente inteligente, y su sonrisa hacía del mundo un lugar mejor. Lo extraño.
Lo conocí cuando él estaba empezando en la Universidad de Columbia y yo estaba empezando la Escuela de Medicina allí. Él tenía molestias en la espalda con las que había estado lidiando, y me pareció extraño. Lo mandé al Neurólogo quien encontró un tumor de médula espinal.
Se sometió a cirugía y radioterapia, los cuales estabilizaban la masa. Continúo para terminar su título, casarse, y tener hijos. Lo único que no podía controlar era el dolor.
Los narcóticos, toradol, estimuladores espinales, marihuana medicinal, y todos los otros intentos no lograron el éxito. Sin embargo, él vivía con una sonrisa en su rostro y estaba allí para todos.
Finalmente, después de 25 años sufriendo, el terminó con su vida. Tenía una fiesta para celebrar los 25 años, resultó que era sólo para decir adiós. Yo no estaba allí.
El punto de esta historia es que el dolor no puede ser ignorado o desatendido, ya sea temporal o crónico. Tómelo en serio, y guarde los medicamentos para cuando los necesite.